Establecer relaciones de confianza y cuidado
¿Por dónde comenzamos?
Los principios son esas líneas generales que orientan lo que hacemos, la referencia a la que siempre podemos volver cuando no sabemos cómo continuar. Les proponemos buscar activamente que se den en nuestros ambientes de aprendizaje.
Establecer relaciones de confianza y cuidado
Las relaciones de confianza y cuidado son aquellas en las que nos preocupamos por el bienestar propio y del otro, y creemos y sentimos que el otro se preocupa por nuestro bienestar. Estas relaciones entre madres, padres o cuidadores y el ambiente de aprendizaje son la base para establecer alianzas efectivas en las que el buen trato y el valorar al otro son lo más importante en todas las interacciones.
Una relación de confianza y cuidado parte de la idea de que los demás tienen buenas intenciones y están haciendo su mejor esfuerzo en pro de nuestras niñas, niños y adolescentes. Se abre paso al trabajo colaborativo y se evita que las relaciones se centren en peleas, señalamientos, reproches, quejas y discusiones inútiles.
Cuando entre las familias y el ambiente de aprendizaje existe una relación de cuidado y confianza se da un trato cercano y respetuoso, incluso frente a situaciones retadoras o difíciles. Por ejemplo, en dichos casos los conflictos se solucionan con el diálogo y centrándose en buscar soluciones y no en hallar culpables.
Madres, padres y cuidadores podemos pedir y propiciar ese tipo de relaciones con el ambiente de aprendizaje con gestos simples como el saludo, saber el nombre de los profesores o con estrategias más complejas e intencionadas que se pueden desarrollar en colaboración con el ambiente de aprendizaje.
Reconocerse como comunidad diversa e inclusiva
El ambiente de aprendizaje es un espacio privilegiado de convivencia. Si nuestras hijas e hijos van al colegio ellos hacen parte de su salón de clase y del colegio en general, sus profesoras y profesores son los adultos que los acompañan, las directivas orientan sus actividades y la madre, padre o cuidador está ahí para asegurarse de que su hijo asista regularmente y le vaya bien. Tenemos entonces un elemento clave para ser comunidad y es un propósito común: la formación integral de nuestros niños.
Idealmente si pertenecemos a una comunidad hay unos valores compartidos que nos permiten trabajar en la misma dirección.
Aunque este parece uno de los principios más sencillos es de los que requiere más trabajo. Implica un esfuerzo planeado de todas las partes para hacer sentir a todos los miembros que sus voces son tenidas en cuenta y que son parte importante de la comunidad.
Nuestra voz, nuestra experiencia, nuestra historia es importante para enriquecer la vida del ambiente de aprendizaje, tenemos mucho que aportar en la educación de nuestras hijas e hijos y participar de esta comunidad también es beneficioso para nosotros. Si el ambiente de aprendizaje aún no tiene espacios para que los padres actúen como comunidad podemos ofrecer ayuda y comenzar a crearlos. La comunidad surge cuando todos colaboramos activamente en las actividades del ambiente de aprendizaje.
Colaboración y responsabilidad compartida
Nuestras hijas e hijos aprenden en el hogar, en el ambiente de aprendizaje y en la comunidad. Los adultos que los rodeamos somos ejemplo y compartimos la responsabilidad de educarlos. Entonces, si hacemos una alianza efectiva con el ambiente de aprendizaje podemos trabajar juntos y colaborar pensando en el bienestar de esas niñas y niños que queremos ver crecer como adultos extraordinarios.
La colaboración implica reconocer que las oportunidades de aprendizaje de los estudiantes se dan en los múltiples contextos en los que se desenvuelven y que los adultos que estamos a su alrededor tenemos una meta común a la que aportamos desde nuestra diversidad de características y saberes.
En este caso, la meta que comparten las madres, padres y cuidadores y el ambiente de aprendizaje debe estar relacionada con el bienestar, el aprendizaje académico y el desarrollo socioemocional de los estudiantes.
Coherencia y Consistencia
Coherencia
Este principio es clave y se aplica en este contexto, pero sirve para la vida misma. ¿Han escuchado ese dicho popular que dice “él predica, pero no aplica”? Ese dicho explica este principio. Ser coherentes es alinear nuestras intenciones, nuestro discurso y nuestras acciones. No podemos pedirles a las niñas, niños y adolescentes o a otros miembros de la comunidad educativa aquello que ellos no ven reflejado en nuestros comportamientos. Por ejemplo, si queremos que los estudiantes sean personas pacíficas, debe ser evidente para ellos que las relaciones entre los adultos que los rodean reflejan una interacción amable y de cuidado, y que los conflictos (que son naturales en todas las relaciones) se resuelven sin agresión y de manera constructiva.
Consistencia
La consistencia es un llamado a nosotros como mamás, papás o cuidadores a mantener esfuerzos por trabajar junto a los profesores y a las directivas en pro de los estudiantes y esa meta compartida que se establece entre todos. Ser consistente es exigente y requiere de un esfuerzo constante de retomar el enfoque y volver a lo que nos propusimos a pesar de que existan dificultades, errores y diferencias.
Si quieres conocer más y profundizar en cada uno de los principios puedes consultar la guía ¿Cómo construir un modelo de trabajo de Alianza Familia-ambientes de aprendizaje? Ideas, retos y experiencias desde una red de padres y madres, en la pestaña de enlaces de interés.